Muchas veces cuando llega esta fecha algunos de vosotros venís a visitaros a la consulta tras las fiestas navideñas y aprovecháis para contar la desilusión que ha supuesto abrir vuestros paquetes de regalos.
Siempre me sorprende que personas tan válidas en su profesión o dirigiendo sus casas no sean capaces de sentirse felices con lo que reciben. Y tampoco son capaces de aceptar que quién regala con la mejor intención, muchas veces lo hace creyendo que acertará. Pues él o ella perciben a su ser querido de una forma con la que el afortunado no siempre se identifica.
Como todos sabéis, yo soy muy práctica, y creo que hay tres formas de acabar con esto:
1.- Hacer una lista de ideas y sugerencias y dejarla pegada en la nevera. O en una tienda virtual para los más tecnológicos
2.- Al primer regalo que no os convence, decirlo. Explicar porque no sentís que eso es para vosotros.
3.- Aceptarlo y usarlo por amor a esa persona, si no hace juego con nada de lo que tenéis salir de compras y complementarlo. Así se dará cuenta muy rápido.
Y por último, os recomiendo que hagáis el esfuerzo de pensar ideas con un poco de antelación, y pensando en la persona. Hacer feliz no cuesta tanto, y lo único que exige es un poquito de dedicación.
Os dejo la foto de un regalito que me hicieron, nada caro, para mi móvil. ¡Acertaron de pleno y me hicieron sonreír!